Oscar Bergero: Memoria, Verdad y Justicia



Hoy queremos recordar a Oscar Bergero, hermano de Armando, detenido y desaparecido el 22 de noviembre de 1977.

El 24 de marzo, Armando Bergero ya no camina durante toda la marcha, se dirige directo a la intersección de Luro y Mitre. Se encuentra con una gigantografía con las imágenes de los desaparecidos y ahí se queda mirando en silencio a su hermano Oscar.

Pasaron diez días del cumpleaños 68 de Oscar (14/3) y, en medio de recuerdos, angustia y dolor, Armando se toma el tiempo para mirar los pañuelos blancos y se da cuenta de que cada vez hay menos. Son personas que, al igual que sus padres, no saben nada de sus hijos ni de sus nietos.

Armando reflexiona y piensa: “Los hijos y los familiares seguirán en esa lucha por la verdad. Para que se sepa qué pasó y dónde están nuestras personas queridas. Tenemos derecho a saberlo”.

Al regresar a su casa del barrio Villa Primera, Armando abre la puerta. A la derecha, siguen los dos sillones marrones, ubicados frente a la ventana que da a la vereda. Son los sillones en los que su mamá y su papá se sentaban a esperar a que toquen el timbre. En ese living alimentaban la esperanza de volver a ver a Oscar.

Oscar Francisco Bergero fue desaparecido el 22 de noviembre de 1977 a los 22 años, a 50 metros de la puerta de su casa de la calle Ayacucho 5169 (entre 1º de Mayo y Marconi), a ocho cuadras de Once Unidos, donde era el socio número 208.

La familia Bergero está muy involucrada con el club. De chicos, los hermanos jugaron varios años al fútbol. Hace 30 años que Armando es parte de la Comisión Directiva. También representó al club más de 25 años en la Liga Marplatense de Fútbol. Su padre en la década del `60 /`70 fue presidente de la institución en dos períodos consecutivos. Época en que Once ascendió por primera vez a la “A” del fútbol local por haberse consagrado campeón.

Sentado en su sillón de su casa, frente a la ventana que da a la calle, Armando habla de Once Unidos. Emocionado y lleno de orgullo, asegura que “el Club es una forma de vida”. En la charla surge la historia de vida de su hermano Oscar, el contexto y su relación con el “verde y blanco”.

En el DÍA NACIONAL DE LA MEMORIA POR LA VERDAD Y LA JUSTICIA recordamos y contamos la historia de Oscar con el relato de su hermano mayor Armando.

Oscar, una persona que era muy respetuosa, medido en sus palabras, nunca agresivo. A diferencia mía, que soy más gringo. Él era más para apaciguar, meditar, tranquilizar, siempre fue así, una persona excepcional.

Junto a mi padre, en nuestra infancia, recorríamos todo el club, nos metíamos en los vestuarios, estábamos con los jugadores y entrábamos a la cancha. Cuando jugaban de visitante íbamos juntos a ver al albiverde.

De chicos, para ir al club caminábamos las ocho cuadras y para acortar camino nos metíamos por las quintas. En el barrio aún no había tantas casas como ahora. Parte del barrio se construyó en base al club.

Oscar además de jugar en Once, estuvo como secretario de actas, quien anotaba todas las opiniones de una asamblea o reunión de directivos. Estudio en la facultad de Ciencias Económicas y trabajó en una empresa de reciclaje, donde llevaba los libros contables.

El 22 de noviembre, yo tenía 24 años, me desperté a las 9 de la mañana, en la esquina de Marconi, mientras me iba de casa -Ayacucho 5169- , vi al verdulero hablando con otra persona. Mi hermano ya se había ido al trabajo. Cuando volví cerca del mediodía, mi mamá ya estaba con un mal presentimiento.

“No aparece Oscarcito, no vino al mediodía a comer, no sabemos nada”, me decía mi madre. Le dije que se quede tranquila, que seguro está con sus amigos.

Fue ahí -señala Armando, desde el sillón- en la esquina de 1º de Mayo y Ayacucho. Existía el terror, sentíamos el miedo. Unos vecinos vieron que aparecieron dos Falcon verdes y que lo interceptaron. Oscar venía en una bici desde el trabajo. Mi mamá estaba siempre a la espera.

El 22 de noviembre yo estaba recién casado y en un mes nacía mi hija, Victoria. Se daban muchos casos, hubo situaciones en los que reventaban la casa y desaparecían a los chiquitos.

Pasó el tiempo, empezamos con la búsqueda, publicábamos en los diarios. Nunca tuvimos una respuesta, a pesar de la lucha de mis viejos, que estuvieron en todas las peticiones y Hábeas Corpus. Reclamamos por su vida, pero no hemos tenido ninguna suerte.

Esperemos que sean experiencias para que NUNCA MÁS se repitan…

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