Te cuento que…



 

Saber nadar. Saber volar.

Algún día mi madre tuvo la gran idea de llevarme a una pileta para aprender a nadar de niño, el impacto fue inmediato según dicen. Las personas acuáticas aparecen en este medio sin más que una sonrisa después del primer chapuzón, algunas quizás después de varios.

En la intersección del agua y las personas aparecen profesores/as como herramientas que median entre ellas y el agua. Facilitadores del vínculo, creadores de momentos de contacto tan fundamentales que en algunos casos son para toda la vida.

Después aparecen más y más libertades dentro del medio, que se logran con la adquisición de movimientos que lo permiten. ¿Que mejor contenido a enseñar no? La libertad.

Así de ese modo quien quiera volar- porque nadar es lo más parecido a volar que el ser humano puede experimentar- lo puede hacer, y las alas se las otorgan esas herramientas llamadas profesores.

De ahí, y con esos recursos hay quienes vuelan por piletas, hay quienes vuelan por el mar, hay quienes prefieren el río, quizás también la quietud y el relax, algunos prefieren de día y otros de noche, algunos sobre tablas donde caen y no tienen miedo porque saben volar.

Existe gente osada que prefiere hacerlo en tempestades y ahí están en la pileta cuando el cielo se cae, también hay quienes se lanzan al mar cuando ruge y azotan los vientos, hay quienes que por saber hacerlo tan rápido eligen las competencias, hay quienes toman desafíos y rumbos largos enlazando costas y atravesando algún estrecho, hay quienes se la juegan y están en la costa o en el borde viendo que todos vuelen y disfruten del placer de volar.

Soy Ezequiel Valdez, un facilitador de alas. Me toca estar en la enseñanza trabajando en el Polideportivo Libertad, me toca estar como facilitador para la enseñanza en el Instituto Superior de Formación Docente número 84. Me toca ser entrenador de personas discapacitadas o trasplantadas, me toca ser entrenador del equipo de natación de Once Unidos, que ha logrado ser el mejor de todos los tiempos en la ciudad.

Me toca porque desde aquel chapuzón hasta hoy, el agua me otorga un placer inigualable y es  mi pasión y profesión, y me toca ir por todo eso porque creo que solo se puede nadar si uno cree que es posible volar, y de ahí amar la libertad.

 

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Tomás Falkner y Belisario Roldán
7600 Mar del Plata
Bs. As. Argentina
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